Experiencia Horrible. Nunca más.
Desde el año 2020, cuando faltó un ser querido, mi familia y yo tomamos por costumbre comer en este restaurante con la finalidad de juntarse y disfrutar, como lo haría cualquier otra.
Poco sabíamos que este vez sería la última.
Nada más entrar a local, sobre las 13.30, indicamos el nombre de la persona por la cual hicimos reserva. Con pocos modales, la persona en la puerta nos recrimina que en su reserva figuran 8 personas cuando éramos 5. Lo cierto es que hicimos reserva para 6 y faltó una persona, pero nos sorprendió mucho que se apuntaran 8. La señora, con pocos dotes de comunicación y muy malos gestos, se limitaba a hacer señas con el bolígrafo hacia su libreta, marcando con intensidad el ocho que se hallaba al lado del nombre.
Tras superar este pequeño, pero feo escollo, nos conducen hasta una sala que parece poco menos que un gallinero. Claramente había una capacidad superior a la que permitía físicamente el espacio de la estancia. Los clientes existentes estaban espalda con espalda y, en los pequeños pasillos improvisados que quedaban entre mesas, no cabían ni dos personas.
Nos sientan en nuestra mesa que, lejos de estar limpia y dispuesta, aún se podía apreciar el calor de los clientes que acababan de marcharse. Tras colocar nosotros mismos los vasos, servilletas y cubiertos, nos sueltan una carta encima de la mesa sin apenas contacto visual ni el más mínimo ápice de amabilidad.
Al cabo de unos 10 minutos, tras aclarar con los míos lo que queremos pedir, transmitimos la comanda a una mujer que estaba al pie de la mesa esperando, pero sin mediar palabra.
Otro se acercó para tomar nota de lo que queríamos beber y todo parecía mejorar, sobretodo tras el primer sobresalto en la puerta.
No obstante, tras dejar bruscamente las botellas de cerveza sobre la mesa, empiezan a llegar los primeros platos. Primero nos lo trae un mozo majo que amablemente deja el plato, pero poco después acude otro camarero que directamente suelta el plato encima de la mesa mientras está de espaldas y marchándose. Aquello se hizo de notar en toda la mesa, restaurando aquel clima del principio. En pocas palabras, aquél camarero, por el motivo que fuese, estaba de mal humor y nos lo hizo saber.
Pero esto fue una constante durante nuestra corta estancia: camareros con muy mal genio lanzándonos los platos, un ruido insoportable por la cantidad de personas acumuladas en poco espacio, por no mencionar la nula ventilación que había dadas las nuevas enfermedades respiratorias que circulan.
Pero lo peor estuvo por llegar. Mientras mis seres queridos seguían pidiendo platos de comida (dado que es un Buffet a la carta), no paraba de acudir un señor a nuestra mesa insistiendo en que si queríamos café o helado. Hasta en tres ocasiones le tuvimos que indicar que aún esperábamos platos y que no queríamos café. Se podría decir que en el término de 15 minutos nos insistió tres veces.
Nosotros obviamente estábamos palpando la situación: nos querían fuera cuanto antes.
A la cuarta vez que acude, decidimos pedir café y helado. Cuando nos lo traen, sueltan encima de la mesa la cuenta, ¡sin haberla pedido!
Con su TPV en la mano, y una apariencia estresada, nos deja caer que le paguemos ya para marchar. Amablemente le indiqué que «todo esto estaba siendo muy rápido» a lo que me contesta que «tiene muchos clientes en la puerta esperando». ¡Como si eso fuera asunto nuestro!
Éramos 5 personas que, lejos de poder disfrutar de una comida relajada y distendida con una buena sobremesa, compañía y conversación, tuvimos que resignarnos a comer unos platos escasos, mal preparados mediocres y no poco gustosos.
Por la broma de ser echados tuve que abonar la friolera de EUR 125,00, lo que clasifico de estafa en toda regla.
Yo particularmente no pienso volver, y si no quieres sufrir estos disgustos, mi consejo es no ir. Desde luego mi familia nos llevaremos nuestra costumbres y tradiciones a otra parte.
Hubiera preferido pagar el doble con tal de estar tranquilo con los míos.